12/2/2016
Llevo unos días asomándome a la ventana sin conmoverme. Generalmente me quedo mirando el árbol desnudo mientras los estorninos avisan de su desbandada. De ese bullicio todo me parece fascinante. Hace unos días que ya no. Voy a por el café a la cocina y desde la ventana no consigo ningún saludo, ningún estremecimiento. En ese instante recuerdo que hace apenas una semana el paisaje merecía la mañana. Conozco mi entusiasmo. A veces se va sin mí y me deja la casa a solas.