Cuentan que entre 1850 y 1900 el fotógrafo tuvo su primer encuentro con la población china, quien vivía inquieta por si ese retrato lograba robarle el alma. Nueve meses eran necesarios para reponer el material fotográfico, otros nueve para traer de vuelta esas instantáneas hasta el puerto de San Francisco. La fotografía entonces pisaba otra arena, reproducía en blanco y negro o color otros ocres y la caña de arroz.
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