No pude hacerte una propuesta. Tenía los puños escondidos en mi espalda, llenos de caramelos con envoltorios de colores. Ni siquiera pude sacarlos para que escogieras una mano u otra. Me quedé así, inmóvil, tonta. Me fui por el camino que vine, me fui, entonces, dando pasos hacia atrás. Ni me giré, para no perder de vista lo que no olvido.
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