Ahora que el sol se desploma por la ventana me asomo a despedirlo. Y me recibe esa brisa fresca que no trae hojas pero que las marea y anuncia los remolinos marrones, ocres y amarilllos. Estoy en el balcón y a nadie despido. Guiña el ojo el otoño, me quita un mechón que andaba suelto y lo arrastra para luego rizarlo. Celebro con disimulo ese enfado de septiembre. Me sorprende esta alegría en medio de un día nublado.
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