Tengo miedo de las paradas ridículas de este viaje. Miro una amapola, aprehendo el vuelo de un pájaro y
no sé cómo estoy de viva todavía. Remiro voces más sabias y tartamudeo. No quiero blasfemar y decir qué bonito es todo cuando hay belleza. Hago líos con las pocas cosas que he aprendido. Miro otros poetas: tan altos, tan guapos, tan listos. Perdonadme este viaje al pueblo mismo. Jamás vi en la ciudad ese azul, este verde, aquel amor.
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