Hoy que estoy triste no quiero que salga el sol. Me tranquiliza que llueva y que el cielo se estremezca. Todo tiembla conmigo y yo me arrullo en el sillón con la pluma y el cuaderno. Pero ya cruzan algunos rayos la ventana, y el sol apunta en mi frente. "Es hora", me dice. Y así se acaba el tiempo de la sombra.
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