Era tan difícil de explicar que calló. Escuchaba palabras que anunciaban miradas, magia y cuentos de hadas. Para esa angustia estimó cien mil nudos en la garganta. La profecía de la llegada de quien había visto marchar. No quiso advertirle, atreverse a pensar. Prefirió congelar el gesto, volverle la cara al miedo y reconocerle, que sí, lo mejor era callar.
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