Lo breve, que siempe me ha llamado, ahora deja un regusto de comodidad que me incomoda. Porque en todo, al final, y en medio, nos escondemos y abrigamos. Y de repente, como si te hubieras metido en una cama que no es la tuya: te extrañas, te levantas y te vas.
Para ser breve, diría que poesía. Pero para el resto del día, más vale leer en grandes cantidades porque conviene estirar el ánimo y la voluntad hasta el último punto, que es cuando termina el discurso y cuando escuchas a alguien. Es mucho pedir, lo sé, el artículo o el libro entero, comprehender el círculo completo, pero pienso, y así me adoctrino, que es bueno, verdadero y bello.
Unos meses de dispersión son el antídoto para pensar rápido y hablar pronto. Y atender a las ideas e historias. Porque sólo hace falta no saber de qué va el cuento para luego querer, a toda prisa, enterarse.
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