He estado pensando que la última hora no tiene nada de malo. Pero me advirtieron, ya desde pequeña, que no dejara nada para ese momento. Y se equivocaron, y me equivocaron. Porque sí hay cosas que puedes dejar casi al límite, y se hinchan y vuelan, y te llevan consigo.
Podrían haberme dicho: Ana, los deberes no los dejes para el domingo. Que el viernes y el sábado se hacen trámites, y luego te queda un regusto amargo para el resto de la vida cuando llega esa tarde y todavía no tienes la tarea hecha. Y sobre todo cuando eres más mayor, que no sé por qué, la tarea es inmensa y diversa -como Cataluña-, y ese domingo se hace lánguido y lunes.
Creo que ni aquellos que lo dicen lo piensan, o es que ese pellizco de adrenalina jamás les ha estusiasmado ni una sola entraña. Menos mal que el estudio, por muy aplicado que sea, siempre pilla a una a contrapié, y le coloca a todo hijo de vecino una noche en vela con taurina. Y es ahí, oh, noche, cuando comprendes que la última hora tiene la fuerza de cien mil bueyes, la astucia de un ratón y un gato juntos, la esperanza de.. ¡Qué se yo! Me sirve la esperanza del mal estudiante, porque lo que espera, creyente, es el milagro.
Vive la mala fama aquel a quien la vida le dio talento para el minuto de gloria. Dejad lo de la hormiga y la cigarra, que la cosa va de correr como si no hubiera un mañana en el momento en el que el resto ya lo da por perdido. "¿Ahora?", dicen. "Es imposible", sentencian. Y no hace falta que surja desde la tierra o el fondo del mar. Ahí, en la sala de reuniones, o en cualquier lugar donde una toalla vaya a ser tirada, surge esa persona. La de la última hora. Echa el resto en los tiempos que ya nadie pensó que fueran fértiles y...
No, olvidadlo. No hay final feliz. Ésta no es la historia de un pelotazo. Os he dicho que la última hora tiene mala fama. Y es que el resultado es muy mediocre, apenas para salvar el día, las vacaciones o ese negocio. Pero se salva, y al hacer cómputo, baja la media, porque podría ser mejor, dicen los del pupitre ordenado. Lo que todos ignoramos, unos de otros, es que en algo, con alguien, hemos dignificado esa última hora convirtiéndola en una gran historia.
1 comentario:
"Y se equivocaron, y me equivocaron." ¡Me ha encantado!
Publicar un comentario