Ahora que no se llevan los cuernos -los de los toros- una se imagina embistiendo a todo aquello que le aparta del espejismo de su imaginación. La plaza es la vida, el animal tozudo y la testa revolotea, picando el aire con hueso mientras señala al cielo, de izquierda a derecha. Ya no recuerdo las veces que me han toreado. Hay tardes que sangra el lomo y llegan banderillas como collejas. Llama cada día el clarín y salgo con la dignidad de la mañana. Empieza la fiesta, dicen. Y una se pone brava.
2 comentarios:
Y que no te saquen nunca de la plaza.
Un saludo !!
Estamos pringados hasta las cejas, me temo. Gracias por la visita. Muchísima fuerza!!
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