domingo, 2 de agosto de 2015
Está todo
La vida, mientras lloras en la infancia eterna, va metiendo en la mochila el almuerzo, una segunda camiseta, algún utensilio peligroso y tiritas. No falta el agua, caramelos y objetos que una madre entiende necesarios. Mientras tanto sigue la vida con sus velocidades. Llega el día. Estás exhausta. Miras alrededor y nada ni nadie sirve de ayuda. Tienes la mochila a tu espalda y por aburrimiento echas un vistazo al pasado. Está todo. Lo repasas con los dedos. El caso es que sabías que viajabas con ese peso. Sólo ahora lamentas no haber abierto ese botiquín tan bien compuesto. Echas mano del agua. ¡Qué fresca! ¡Qué bien sabe! Recuerdas la botella, la cocina de aquella casa, los días que jugabas para acabar rescatada por esa fuente. "¿Por qué no bebí antes?", te lamentas. Y sigues mirando el fondo de la bolsa. "Está todo", repites. Querrías ser esa persona atenta, despierta ante todo aquello que el tiempo te ha dado para que completes el futuro. Pero una siempre siente que falta algo. Y olvida que la mochila la hizo una madre. Está todo lo que necesitas.
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