martes, 8 de enero de 2008
Este frío
La señora de la casa se santiguaba delante de la imagen de su santo, al que tantas supersticiones le ataban. Cuando entraba y salía, cruz para arriba, el nombre del padre, del hijo y del espiritu santo para abajo. A lo tonto siempre se iba con una frasecilla para ese retrato, ahí la dejaba, en el umbral de la puerta, suelta para que la corona dorada la recogiera. Volvía también musitando quejas y posibles, otra vez dedo índice para norte, sur, este y oeste y beso en el pulgar. Un abrigo se ponía y se quitaba ante la mirada del venerable patrón, y de vez en cuando le decía, siempre de vuelta: "Quítame este frío que se me ha calado en los huesos".
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