Tiro el sedal desde el balcón a la noche de mi barrio. Pican conversaciones que jalan mi interés con sus gritos. Proceden los peces a su baño catártico de dimes y diretes, mientras mi corazón tiene el semáforo en ámbar: policía sí, policía no. Aquí, en las noches de pesca, nunca llega la sangre al río. Asisto tan sólo a la subida de la marea, bien sea por la copa o por la luna -que no veas las que me lía cuando está llena.
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