Primero ha buscado la estrella de los Reyes Magos. Ha decidido que era la más grande y brillante. Mientras yo seguía explicando cosas a sus hermanas, él se ha dedicado a lanzarle besos, sin parar, discretamente, pero a dos manos.
Luego han salido los planetas. Que si hay agujeros profundos, que si son grandes, que si se guardarían una estrella. Y él sólo ha disparado una: ha preguntado si en otros planetas nos ve Dios.
Antes de todo esto, a la salida del restaurante le ha preguntado a su padre si tenía toda la equipación del Valencia. Tras la respuesta afirmativa, éste ha aprovechado para decirle que este año tendrá que esforzarse mucho en el colegio. "¿Para tener dinero?", ha preguntado el niño. Yo horrorizada he intervenido: "Para saber más". Pero el tema lo ha zanjado muy bien su padre: "Para ser feliz". "Ya estoy feliz", ha concluido.
En el paseo, de vuelta a casa, me ha advertido que las madres casi nunca lloran.
Noche de estrellas, vaya.
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