Mira de reojo la España vieja, cansada, resabiada. Siempre cumpliendo sus condenas eternas. Se ríe mientras repasa con un dedo la herida: seca y abierta. Hace oídos sordos a los hijos, mayores y menores, que gritan desde la cocina. "Ya va, ya va", advierte la anciana a Caín y Abel.
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