martes, 19 de agosto de 2014

Que me perdonen las estanterías

A veces me canso de leer. Y pienso si deberé escribir esto, pero peor que pensarlo es cansarse de leer, así que aquí sigo. Cuando encuentro algo que me interesa mucho enseguida me pregunto qué he estado haciendo el resto del tiempo. Y me imagino más joven ya con esa curiosidad metida entre pecho y espalda. Cultivando lo que hoy no es más que el chasquido de un mechero. 

Cambia el día y abro un libro que ya he empezado, con trozos subrayados. Pero no recuerdo haberlo leído, aunque me vuelvan a gustar esas mismas frases. ¿Qué pasa con esta cabeza? Encima de cansada -lease el párrafo anterior- no tiene memoria de elefante. 

Salto al vacío con las páginas que me gustan. Sé -que ya nos conocemos- que no volveré sobre ellas con mesura, ni a propósito de nada. ¡Qué más quisiera que citarlas! Me concentro y las paso, y veo el precipicio. ¿Ya las he olvidado? No. ¿Y ahora? No. Pero me iré con el ala de una mosca. 

Que me perdonen las estanterías. Hubiera querido empezar antes y no olvidar nada. 

2 comentarios:

Corina Dávalos dijo...

Esta me ha encantado. 100% identificada, por eso será. Y porque está muy bien escrito. El mechero, el ala de una mosca... ¡hallazgos!

Ana dijo...

Gracias por las visitas.