domingo, 5 de septiembre de 2010
Cafeína
Apenas dos tacitas de café y la noche se me está pasando. Los ojos, secos, no se cierran y no logro crear ningún bostezo. Es una madrugada sencilla, sin filo de navaja ni luna llena. A estas horas no pongo a Dios por testigo ni escribo versos malos. Sólo son esas dos malditas tazas de café y las teclas como piedras donde me siento a esperar. Contraataco, eso sí y siempre, con tres bolsitas de tila, tila mala que apenas colorea el agua. Pero son tres contra dos. Y me toca a mí hacer sonar el silbato para que comience el partido.
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