No quieres llorar la pena, pero la pena se llora. Estás ahí, rezagada, en la esquina, apretando los puños. No tenías razón, por eso, tírate al suelo y llora la pena.
Te dirán que no se llora, y si se hace, que entonces nunca más dejarás de llorar. Ni caso. Llora la pena. ¡Qué miedo tan atroz a la lágrima! Pero si es pena... Y se llora.
¿Sabes lo que vendrá luego? ¿La locura? ¿La tristeza? ¡Pero si sólo es pena! ¡Y se llora! Después, después, después y durante, vendrá la vida, que a veces es pena, pero se llora, y entonces y antes, en el fondo, te sujeta la alegría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario