sábado, 4 de septiembre de 2010
Cenicienta
"No lo conozco. ¿Me hablarías de él?", le preguntó. El viejo, que no lo era tanto, descansó los brazos y se mecía ayudándose de las puntas de los pies. Ella lo acompañaba en ese movimiento, cada vez más adormilada. "¿Eh?, me dices, ¿vale?", dijo, concentrando toda su atención en la última frase antes de caer rendida. Él no quería adelantarle nada y se recriminó el resto de su vida haberle hablado de un príncipe. Ya no podía dormirla en su regazo y ella había salido esa noche a buscarlo. Decidió esperarla despierto, por si no lo encontraba o volvía más tarde de medianoche.
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