Cuando el día es soleado, el ánimo se va con las mariposas y se pierde. Los tiempos de dicha son torpes. Pero la reciedumbre de la tristeza enseguida nos encuentra. Una voz lejana que moldea los anhelos. Subimos y bajamos, inmaduros, hasta encontrar la cruz de la moneda. Lloriqueas y confiesas haber aprendido a pedir. Ahoga el alma, la vuelve a sumergir. Lleva su tiempo aprender a suplicar.
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