No hablo porque no sé. Y escribir... Reconozco haber escrito sin saber. Me he retirado hasta mi colchón y miro con el nórdico arrebujado a mi cuerpo. Asomo los ojos. Cada página que visito hace más intenso el terremoto. No puedo continuar como si nada. La vida, a veces, no sigue igual. No es pena puntual, tristeza actualizada. Es que es cierto, las campanas, cuando doblan, llaman a todos.
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